Vamos a conocer los huevos más caros de la historia. Como os podéis imaginar no son los huevos de ningún animal. Son los regalos que hacían los zares Alejandro III y Nicolás II a su familia hace más de 100 años y que eran creados por el joyero Peter Carl Fabergé: los huevos Fabergé.

Un regalo al alcance de muy pocos

Si eres el gobernante del país más grande del mundo y tienes absolutamente todo lo que quieras al alcance de la mano, ¿cómo le podrías demostrar tu amor a tu mujer? Esto es lo que debió pensar el zar Alejandro III (1845-1894) cuando decidió regalarle por Pascua algo diferente a su esposa, la emperatriz  María Fyodorevna. En Rusia la tradición de Pascua dice que tienes que dar tres besos e intercambiar huevos de Pascua, pero para el zar eso debía ser muy poco.

En 1885 Alejandro III le pidió al orfebre ruso Peter Carl Fabergé una joya. El resultado fue un huevo del tamaño del de una gallina que encerraba una gallina dentro. La peculiaridad es que el huevo era de oro y la gallina era de oro macizo. El regalo le gustó tanto a la emperatriz que el zar pidió a Fabergé que creara todos los años un nuevo huevo. La única condición era que cada año debía ser diferente y debía encerrar una sorpresa. El primer huevo fue el más pequeño y el menos elaborado. Aún así su valor actual es de cuatro millones de dólares.

Primer huevo imperial de gallina

La colección de los zares

Alejandro III vivió lo suficiente como para regalarle a su esposa diez huevos que ganaban en complejidad cada año. Pero el campeón encargando estos regalos fue el siguente zar: Nicolás II, que obsequió a su esposa con 23 huevos. Además, para no provocar los celos de su madre, Nicolás II también le regaló los mismos huevos. De este modo, Maria Fyodorevna obtuvo en total 33 de estas joyas, 10 de parte de su marido y 23 de parte de su hijo.

A medida que pasaba el tiempo Fabergé se tenía que superar cada año y ya no valía con llenar los huevos de piedras preciosas y metales caros. Fabergé comenzó a meter ingenios mecánicos como relojes o  ponía botones secretos que desplegaban la miniatura que había en su interior. Por ejemplo, el huevo “los lirios del valle” tenía un mecanismo que hacía aparecer tres retratos en miniatura del Zar y sus dos hijas mayores. Este huevo se vendió por unos 18 millones de dólares.

Los otros Fabergé

Aunque Fabergé era el orfebre oficial de la familia imperial rusa y casi todo su tiempo se dedicaba a la creación de joyas para ellos, consiguió encontrar tiempo para crear huevos para otras personas. El más notable fue Alejandro Ferdinandovich Kelch, un millonario dueño de minas de oro en Siberia que no quería que su esposa Bárbara fuera menos que una zarina. Por ello encargó siete huevos a Fabergé exigiéndole que fueran de la misma complejidad que los que hacía para el zar. En total Fabergé hizo 13 huevos que no eran para los zares. Incluso le regalo uno a Alfred Nobel: el “huevo de hielo”. De todos los huevos que no eran imperiales el más famoso es el “huevo de cuco de Rothschild”, un huevo fabricado en 1905 como regalo de compromiso que se vendió en 2007 por 12.5 millones dólares. Esa venta supuso los records de reloj, objeto ruso y huevo de Fabergé más caros jamás vendidos.

Huevo reloj de cuco de Rothschild

¿Se pueden ver algunas de estas obras de arte?

Estamos de suerte porque efectivamente muchos de estos huevos están en exposiciones abiertas al público. Para empezar podemos ver la mayor colección de estos huevos en el museo de la Armería del Kremlin que tiene 10 de ellos. Otros lugares donde podemos verlos son: el museo de la Torre de Londres (tres), el palacio de Mónaco (uno), el Museo de Arte de Virginia (cinco), el Museo de Arte de Nueva Orleans (tres) y en el Hillwood Museum de Washington (dos).

Pero si queremos ver la colección en manos privadas más grande del mundo tendremos que ir al palacio-museo Shuvalov de San Petersburgo donde el multimillonario ruso Víktor Vekselberg exhibe 9 huevos que compró en subasta a la familia Forbes por 100 millones de dólares, incluyendo el primero que fabricó Fabergé para Alejandro III.